Primero vimos una película tailandesa que duró más de dos
horas. Luego, fuimos al museo, donde había pocos interesados en la evolución
del arte escandinavo. Y después, a una disertación sobre el desorden
climatológico mundial, con siete oradores. Debe haber pocas cosas más
sacrificadas que enamorarse de una chica culta.
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