Se acercó a pedirme fuego y me sedujo con su
mirada provocativa. Claro, ayudó su muy pronunciado escote. Y su voz sensual.
Me abrazó para agradecerme y su aroma me subyugó. Su seducción fue tan
avasallante que recién quince minutos después de haberse ido noté que me
faltaba la billetera.
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