Al redecorarse la empresa, los tres gerentes adornaron
sus oficinas con cuadros de sus preferencias. Sorensen colgó un colorido y
rectilíneo Mondrian; Piris, un clásico de Botticelli; en cambio Vázquez hizo
enmarcar varios dibujos hechos con crayones en hojas de cuaderno. Y fue el
único que cenó con el autor.
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